30/5/12

Capítulo 14,5 Hasta la garganta (brevísima reflexión de trasnoche)

El pelotudo se apoltronó en el futón que se compró para apoltronarse dispuesto a disfrutar de dos horas de sana parálisis cerebral, de 120 minutos de irreflexión que lo mantuviera a salvo de sus desvaríos inconducentes y de su conciencia de clase. O sea: el pelotudo se aprestaba a olvidarse por un buen rato de que es un pelotudo. Pero a medida que progresaba la segunda semifinal de la conferencia oeste de la NBA, en lugar de dejarse llevar por el soberbio espectáculo de destreza y eficacia del base de San Antonio, el francés Tony Parker (el que se macheteaba a la breve pero poderosa ama de casa desesperada), fue juntando bronca como Pink Floyd, la vista fija en el televisor, con una barrita de chocolate Águila derritiéndose entre sus dedos y chorreando el dulce de leche que le había puesto encima -al pibe de The Wall se le consumía un pucho entre los dedos, pero el pelotudo, se sabe, sólo es adicto al chocolate Águila- y casi termina cagando a patadas el televisor al grito de ¡¡Yanquis gou jome, putos!! Es que el pelotudo se indignó con preguntas que lo azuzaban como el aire del fuelle que aviva el fuego para el asado: ¿Por qué los relatores de basque ahora hablan como Flor Meléndez (N del A: entrenador boricua de destacada trayectoria en Argentina)? ¿Por qué dicen canasto en vez de aro? ¿Por qué dicen juego en vez de partido? ¿Por qué dicen banca en vez de banco? ¿Por qué el pelotudo de Leo Montero dice ies! en vez de ¡Sí!? ¿Por qué dice yisus craist! en vez de ¡Por Dios! o ¡Maaaamita querida! o ¡Maaamamdera! o ¡Mierda lo parió!? Como siempre, el pelotudo, como es un pelotudo, tardó en caer, pero cayó. ¡La penetración!, se iluminó. Y desarrolló la idea para sus adentros: En un deporte en el que la penetración de la defensa es clave para el éxito, nos han penetrado hasta la garganta, y hemos aceptado gozosamente la penetración a pesar de haber sido involuntaria, a pesar de que, como dijo el filósofo de la peluca descontrolada, un dedo en el culo deseado es una fiesta, pero un dedo en el culo no querido es una injuria.

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