25/6/13

VOL 2/3 - Cap. 8/4 - El Pelotudo Medio recargado - De película


El pelotudo fue al cine a ver una de zombis y pensó que no iba a haber mucha gente en el cine porque el pelotudo medio adulto no debería ser tan pelotudo como para ir a ver una de zombis. Las de zombis son ahora refugios de nuevos nerds. Antes los nerds eran los pelotudos que se mataban con la tecnología, o más bien con las computadoras, porque no había antes, en la época en que los nerds eran los que se mataban con la tecnología, todo lo que hay ahora para matarse con la tecnología –la plei la ui la equisbox la decé la tablet la notbuc la netbuc el aifon el aipod el esmartiví y la chota de jara.com. En cambio, ahora el pelotudo medio es medio nerd en el sentido ése; en el sentido de que todos los pelotudos se matan con la tecnología. Ergo: al nerd le coparon el rancho, lo corrieron por el lado que corría, digamos; le robaron la franquicia y lo sumieron en la marea informe de pelotudos ultra tecnologizados –le robaron el alma, casi que. Pero el nerd resiste, da pelea, presenta batalla. No se rinde así nomás. No está dispuesto a dejar de ser señalado con el dedo. No quiere que dejen de discriminarlo por nerd. Entonces muta. El nerd muta. Busca otras ropas, otros rostros, otros campos de acción. El pelotudo creía que el fanatismo por los zombis era uno de los escondrijos del nuevo nerd. Creía, el pelotudo, que el nerd estaba ahí, agazapado en esa madriguera, nerdeando entre videojuegos, libros y películas de zombis. Y pensó: para llenar los cines no alcanzan los nerds. Pero… ¡zas! Otra vez el mismo error, de nuevo suponiendo –mal- que era capaz de pensar con originalidad, de razonar distinto al pelotudo medio, y pensó que como el protagonista de esta película de zombis era Brad Pitt capaz que no era tan bizarra y no era sólo para nerds camuflados en fanáticos de los zombis. Claro, todos los pelotudos pensaron lo mismo y el cine se llenó de pelotudos.

Igual la ida al cine fue productiva –y eso puso contento al pelotudo porque, al fin, lo que busca el pelotudo medio es que lo que hace sea productivo: la misión del pelotudo en la sociedad es producir algo y no ser un parásito, un pelotudo inútil. El tema es que en el cine se dio cuenta de algo. No, mentira: fue al cine y después de ver la película de zombis y de comerse un balde de pochoclo –el pelotudo va al cine y se compra un balde de pochoclo, para no ser menos pelotudo que la media- y después de irse del cine y después de llegar a su casa de vuelta y después de pasar un par de horas pelotudeando, el pelotudo se dio cuenta de algo –recuérdese que tarda en darse cuenta-: se dio cuenta de que le gustaría vivir en el cine. O sea: vivir como en el cine. Es decir: vivir en situación de haber ido al cine. Digo: no vivir en el cine haciendo todo lo que un pelotudo medio hace cuando vive, porque trabajar en la oscuridad le rompería los ojos y dormir en las butacas sería por demás incómodo y freír una milanesa en el cine sería harto molesto para los demás y jamás podría, un suponer, tirarse un pedo con ruido porque –a menos que se cagara justo cuando en la película explota una bomba, otro suponer- todos se darían cuenta y el pelotudo sería blanco de un repudio colectivo y de una condena social que lo marginaría –se imagina a todo el cine abucheándolo y se imagina arrancado del confortable anonimato que su pertenencia al club del pelotudo medio le garantiza. Al pelotudo le gustaría vivir como cuando va al cine, repitiendo esa experiencia una y otra vez, en continuado, sin que nada nunca alterase la paz y la tranquilidad que tiene cuando está viendo una película en el cine.

El pelotudo fue enumerando los beneficios que tendría vivir en el cine. Y anotó:

1)    Nunca tendría mucho frío ni mucho calor porque en el cine la brecha térmica no es muy amplia, con lo cual una remera un buzo y una campera liviana constituirían un equipo capaz de ajustar la temperatura corporal al ideal según se fueran dando esas leves variaciones.

2)   No tendría hambre y le alcanzaría un menú básico de pochoclo confites sugus y coca cola para atender placenteramente alguna ansiedad oral nacida de la tensión de la trama de la película, un tercer suponer.

3)     Nunca nadie le hablaría y él no debería hablarle nunca a nadie.

4)    Podría vivir sacándose las zapatillas y podría entonces vivir en patas, con lo que le gusta al pelotudo vivir en patas y arrancarse cueritos mientras mira películas.

5)  Viviría con música de fondo, con lo cual su vida sería mucho más colorida y emocionante –el pelotudo está convencido de que la vida de los protagonistas de las películas es más emocionante que la del pelotudo medio de la vida real porque tiene música de fondo que enfatiza los momentos de alegría tristeza desesperación miedo euforia angustia placer sexual etcétera.

6)   Como el pelotudo se cree las películas –se cree todo lo que pasa en las películas-, viviría una vida mucho más divertida y variada que la realidad que vive a diario, que le resulta aburrida porque su condición de pelotudo medio no le deja grieta por donde escaparle a la certeza de que todos los días –o al menos cinco de siete días a la semana- deberá levantarse para ir a trabajar y no tendrá opción de torcer ese destino de pelotudo medio que no puede elegir levantarse y decidir no ir a trabajar y quedarse rascándose la guinda hasta desangrarse. Viviendo en el cine casi que viviría tantas vidas como historias contaran las películas y viviría aventuras romances proezas revoluciones epopeyas viajes espaciales guerras interestelares apocalipsis epidemias y grandes logros deportivos; sería ladrón policía gangster presidente líder guerrillero superhéroe indio convicto conquistador faraón dios semidios famoso poderoso mafioso estrella de rock y poeta; sería hombre y mujer y todo lo que hay en el medio y viviría el presente el pasado y el futuro o las tres cosas en un lapso de dos horas cuando dieran Volver al futuro.

Se dio cuenta, el pelotudo, que viviendo en el cine podría suplantar su vida de pelotudo medio por otras vidas. Y supuso, el muy pelotudo, que ya no querría lo que no tiene, esa aspiración tan de pelotudo medio que suele torturarlo. 

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